Aislamiento

1. Clima de época

Comprender el fenómeno del aislamiento nunca resulta sencillo. Se trata de una vivencia profundamente íntima y, al mismo tiempo, inseparable del entramado social que habitamos. Acercarse a él exige admitir su complejidad: no basta una definición tajante, sino que habrá que bordearlo, tantearlo, recorrerlo con ejemplos.

Tal vez, en esos rodeos —como suele ocurrir en el análisis— aparezca, inesperadamente, alguna verdad.

El breve preludio anterior nos abre la puerta para pensar nuestra época. Nos encontramos, por un lado, con una hiperconexión que demanda y agota, un “falso contacto” que erosiona la posibilidad del encuentro. El sujeto, extenuado, apenas dispone de fuerzas para sostener vínculos reales y termina refugiándose en los dispositivos, como si esas imágenes bastaran para acompañarlo. Pero allí no hay calor: sólo sombras proyectadas en la caverna, destellos de una vida que se consume en su propia representación.

2. ¿Conexión o falso contacto?

En la clínica se advierte con nitidez este apartamiento, que adopta múltiples formas. La híper conexión se muestra como el reverso de un contacto ilusorio, mientras el verdadero encuentro entre las personas se vuelve cada vez más escaso. Al mismo tiempo, el consumo problemático —ya sea de sustancias o de situaciones— empuja al sujeto a retirarse de sus vínculos más vitales para rodearse de otros, unidos no por la autenticidad, sino por la dependencia compartida. La cohesión allí proviene de la adicción, no del lazo humano.

A esto se suman las nuevas modalidades de trabajo virtual, la inteligencia artificial convertida en interlocutor cotidiano, y el desfile interminable de imágenes idealizadas en las redes. Todo ello va drenando la energía del individuo, que, saturado de estímulos, apenas encuentra voluntad para crear algo genuino, algo que lo acerque a la experiencia de libertad, al leve aleteo de la vida (1). Los vínculos, como toda forma de crecimiento vital, exigen compromiso y cuidado. Sin embargo, lo que se promueve es un individualismo extremo, que termina desembocando en un aislamiento de tinte solipsista.

3. Depresión y adicción 3.0

El aislamiento fue, desde la psiquiatría clásica, un signo válido para orientar diagnósticos presuntivos de depresión o de adicciones, ya sean a sustancias o a situaciones. Sin embargo, la paradoja que atraviesa la sociedad de consumo es brutal: la felicidad prometida no solo no llega, sino que los índices de depresión y suicidio se han incrementado de manera alarmante. En Argentina, una persona se quita la vida cada dos horas. Es, además, la segunda causa de muerte entre los 14 y 45 años, solo precedida por los accidentes violentos, muchas veces asociados también al consumo. Algo está quebrado en el entramado social, y lo más inquietante es que hemos naturalizado lo inconcebible.

4. El desafío de pertenecer

El fenómeno es tan vasto que resulta imposible abarcarlo en un único artículo. Aun así, como la subjetividad nunca existe aislada de su época, vale detenerse en algunos datos que iluminan la soledad no elegida.

Pienso en mis abuelos: para ellos, participar en sociedades de fomento, clubes de barrio o cenas con vecinos no era accesorio, sino vital. El sentimiento de pertenencia les brindaba una brújula ética, un lazo que los trascendía y los apartaba del vacío. Hoy, en contraste, observamos cómo el individualismo se ha vuelto norma cultural. Roberts y Helson (1997), en un estudio longitudinal de más de tres décadas, mostraron que este ascenso del individualismo deja huellas en la personalidad misma: cuanto mayor es la primacía de lo individual, mayor también es la incidencia del aislamiento, la angustia y la depresión.

El paisaje de nuestra época no requiere demasiada descripción: soledad en barrios cerrados —una contradicción en sí misma—, hacinamiento y precariedad en los sectores más vulnerables, virtualidad en jóvenes que aún arrastran las secuelas de la pandemia, violencia en las calles. La lista podría extenderse.

Por eso, hoy más que nunca, se vuelve un desafío salir del encierro del yo. Solo en ese movimiento hacia afuera se posibilita el verdadero encuentro con uno misno. La modernidad ofrece la máscara de una felicidad quimérica en su publicidad constante, pero tras ella se esconde una profunda carencia de conexión genuina entre las personas.

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(1) Referencia a un poema de William Blake: “To see a World in a Grain
of Sand And a Heaven in a Wild Flower, Hold Infinity in the palm of your
hand And Eternity in an hour.”:
Ver un mundo en un grano de arena
y un cielo en una flor silvestre,
sostener el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
Roberts, B. W., & Helson, R. (1997). Changes in culture, changes in per-
sonality: The influence of individualism in a longitudinal study of
women. Journal of Personality and Social Psychology, 72(3), 641–651.
https://doi.org/10.1037/0022-3514.72.3.641

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